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En el socorrido Manual Urgente para Radialistas Apasionados, el comunicador cubano José Ignacio López Vigil sugiere que “una emisora con responsabilidad social debe amplificar la voz de la ciudadanía y legitimarla socialmente". Casi desde su surgimiento, nuestra radio se erigió como un medio de extraordinaria importancia en la forja de la conciencia colectiva. Si bien es cierto que el ciudadano común no logró tener pleno acceso a los micrófonos, el medio inaugurado en agosto de 1922, devino escenario de alto interés para intelectuales, políticos y periodistas que hicieron del debate esencia de la radio.
En los años treinta el sagüero Jorge Mañach Robato funda “La universidad del aire”, uno de los un intento de la intelectualidad de usar a la radio como medio de expresión de la cultura y las ideas. Si intentáramos una antología del ejercicio de la opinión en la radio nacional, tendríamos que recordar obligatoriamente a Guido García Inclán y su “Periódico del Aire” en la COCO y a José Pardo Llada, un hombre que llegó a ganar seguidores no sólo por lo que decía, sino por su estilo. Tampoco podemos olvidar cómo Eduardo Chivás llevó a cabo sus campañas moralizadoras anti-corrupción precisamente en la radio.
El autor de este comentario acumula entre sus experiencias de casi tres lustros en una pequeña emisora municipal, la realización de un programa de participación o de debate (dejaré las clasificaciones para otros especialistas). Cuarenta entregas del espacio han puesto a prueba mi capacidad como director y mis nervios.
Sobre todo que después de 1992 un referente cercano: el de “Alta Tensión”, de la emisora CMHW, en Santa Clara, causara gran interés entre los oyentes; comenzaron a diseminarse propuestas parecidas por todo el país. La mayoría sucumbieron, porque sus hacedores no tenían la misma fuerza y preparación que los de la CMHW, o porque determinados funcionarios decidieron vetarlos.
Entrevistado por la periodista Mónica Lugones Muro para un trabajo investigativo sobre “Alta Tensión”, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien por varios años se desempeñara como primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara y que ostenta ahora el mismo cargo en Holguín, rememoró: "Para algunos ‘Alta Tensión’ era un programa duro, de riesgos, atrevido y los asustó. Para todos era novedoso, creaba expectativa, una forma distinta y osada de hacer periodismo, para otros resultaba necesario, agudo, una vía más de interacción con el pueblo, y desde la participación del mismo promover el diálogo, el debate, la comprensión, la crítica y la acción".
Sería injusto negar que “Alta Tensión” ha sobrevivido desde 1993 gracias al apoyo tributado por altos dirigentes del partido y el gobierno. La autoridad de estos propició que funcionarios menores emplazados por el periodismo investigativo de Abel Falcón y Xiomara Rodríguez, acudieran a los estudios de la CMHW a responder a las críticas que el pueblo y los periodistas les manifestaban. Temas tan álgidos en los duros años noventa como “Niños que asedian a turistas”, “Los deambulantes” y “La convivencia en las becas universitarias”, fueron abordados por el equipo que dirige el experimentado realizador Jorge Gómez Gutiérrez.
Mi programa de debate en Radio Sagua, “Con voz propia” (sábados a las 8:OO a.m.) sigue el sistema de trabajo validado por “Alta Tensión”. Acercarme al menos al nivel de audiencia y prestigio alcanzado por los colegas de W es mi principal anhelo.
A diferencia de otros programas, no me es posible evaluar la calidad de “Con voz propia” al terminar la transmisión; sino mucho tiempo después, cuando compruebo que algún mal denunciado por los locutores o los oyentes desaparece. Esas son las cosas que validan a las emisoras pequeñas; de provincias y municipios, como medios comunitarios, devenidos espejos donde la gente ve reflejadas sus propias contradicciones y dificultades.
“Con voz propia” es la continuación de otro programa que salía al aire sólo cada dos semanas. “Es que es imposible hallar temas para todas las semanas”, me explicó en cierta ocasión un periodista cuando le manifesté mi inconformidad con el escaso tiempo que la emisora de Sagua la Grande dedicaba al debate. El nuevo proyecto dispone de ochenta minutos al aire todas las semanas. Al principio pensé que la gente sólo se interesaría sólo por el abasto de agua, la calidad del pan o los servicios gastronómicos, temas de gran sensibilidad popular en cualquier comunidad de Cuba. Con el tiempo los oyentes me sorprenden al ofrecernos excelentes criterios sobre asuntos de supuesta “baja intensidad”: “La cultura que necesita nuestro pueblo”, “El cuidado del medio ambiente” y “El uso correcto del idioma”, entre otros.
Por supuesto, como sucede casi siempre cuando se aspira hacer buena radio, cada semana debo aunar esfuerzo, dedicación y audacia. Considero que las dosis de tales elementos precisan incrementarse luego nuestro radioperiodismo de los últimos años ha sido ganado por el empirismo, la subordinación a las fuentes, la división por sectores, la escasa confrontación de opiniones y otros males. De tal manera el índice de credibilidad del medio ha disminuido y los funcionarios convocados por los programas debate han restado importancia al medio.
“Alta Tensión”, en Santa Clara; “Con voz propia”, en Sagua la Grande y otros honrosos ejemplos a los cuales espero poder referirme con más tiempo alguna vez, siguen siendo apenas unos pocos seguidores de aquellos espacios que legitimaron a la radio cubana como vocero principal de la opinión pública. Prometo regresar a este tema en una próxima entrada.
En los años treinta el sagüero Jorge Mañach Robato funda “La universidad del aire”, uno de los un intento de la intelectualidad de usar a la radio como medio de expresión de la cultura y las ideas. Si intentáramos una antología del ejercicio de la opinión en la radio nacional, tendríamos que recordar obligatoriamente a Guido García Inclán y su “Periódico del Aire” en la COCO y a José Pardo Llada, un hombre que llegó a ganar seguidores no sólo por lo que decía, sino por su estilo. Tampoco podemos olvidar cómo Eduardo Chivás llevó a cabo sus campañas moralizadoras anti-corrupción precisamente en la radio.
El autor de este comentario acumula entre sus experiencias de casi tres lustros en una pequeña emisora municipal, la realización de un programa de participación o de debate (dejaré las clasificaciones para otros especialistas). Cuarenta entregas del espacio han puesto a prueba mi capacidad como director y mis nervios.
Sobre todo que después de 1992 un referente cercano: el de “Alta Tensión”, de la emisora CMHW, en Santa Clara, causara gran interés entre los oyentes; comenzaron a diseminarse propuestas parecidas por todo el país. La mayoría sucumbieron, porque sus hacedores no tenían la misma fuerza y preparación que los de la CMHW, o porque determinados funcionarios decidieron vetarlos.
Entrevistado por la periodista Mónica Lugones Muro para un trabajo investigativo sobre “Alta Tensión”, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien por varios años se desempeñara como primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara y que ostenta ahora el mismo cargo en Holguín, rememoró: "Para algunos ‘Alta Tensión’ era un programa duro, de riesgos, atrevido y los asustó. Para todos era novedoso, creaba expectativa, una forma distinta y osada de hacer periodismo, para otros resultaba necesario, agudo, una vía más de interacción con el pueblo, y desde la participación del mismo promover el diálogo, el debate, la comprensión, la crítica y la acción".
Sería injusto negar que “Alta Tensión” ha sobrevivido desde 1993 gracias al apoyo tributado por altos dirigentes del partido y el gobierno. La autoridad de estos propició que funcionarios menores emplazados por el periodismo investigativo de Abel Falcón y Xiomara Rodríguez, acudieran a los estudios de la CMHW a responder a las críticas que el pueblo y los periodistas les manifestaban. Temas tan álgidos en los duros años noventa como “Niños que asedian a turistas”, “Los deambulantes” y “La convivencia en las becas universitarias”, fueron abordados por el equipo que dirige el experimentado realizador Jorge Gómez Gutiérrez.
Mi programa de debate en Radio Sagua, “Con voz propia” (sábados a las 8:OO a.m.) sigue el sistema de trabajo validado por “Alta Tensión”. Acercarme al menos al nivel de audiencia y prestigio alcanzado por los colegas de W es mi principal anhelo.
A diferencia de otros programas, no me es posible evaluar la calidad de “Con voz propia” al terminar la transmisión; sino mucho tiempo después, cuando compruebo que algún mal denunciado por los locutores o los oyentes desaparece. Esas son las cosas que validan a las emisoras pequeñas; de provincias y municipios, como medios comunitarios, devenidos espejos donde la gente ve reflejadas sus propias contradicciones y dificultades.
“Con voz propia” es la continuación de otro programa que salía al aire sólo cada dos semanas. “Es que es imposible hallar temas para todas las semanas”, me explicó en cierta ocasión un periodista cuando le manifesté mi inconformidad con el escaso tiempo que la emisora de Sagua la Grande dedicaba al debate. El nuevo proyecto dispone de ochenta minutos al aire todas las semanas. Al principio pensé que la gente sólo se interesaría sólo por el abasto de agua, la calidad del pan o los servicios gastronómicos, temas de gran sensibilidad popular en cualquier comunidad de Cuba. Con el tiempo los oyentes me sorprenden al ofrecernos excelentes criterios sobre asuntos de supuesta “baja intensidad”: “La cultura que necesita nuestro pueblo”, “El cuidado del medio ambiente” y “El uso correcto del idioma”, entre otros.
Por supuesto, como sucede casi siempre cuando se aspira hacer buena radio, cada semana debo aunar esfuerzo, dedicación y audacia. Considero que las dosis de tales elementos precisan incrementarse luego nuestro radioperiodismo de los últimos años ha sido ganado por el empirismo, la subordinación a las fuentes, la división por sectores, la escasa confrontación de opiniones y otros males. De tal manera el índice de credibilidad del medio ha disminuido y los funcionarios convocados por los programas debate han restado importancia al medio.
“Alta Tensión”, en Santa Clara; “Con voz propia”, en Sagua la Grande y otros honrosos ejemplos a los cuales espero poder referirme con más tiempo alguna vez, siguen siendo apenas unos pocos seguidores de aquellos espacios que legitimaron a la radio cubana como vocero principal de la opinión pública. Prometo regresar a este tema en una próxima entrada.