domingo, 26 de octubre de 2008

El ejercicio de la opinión en la radio cubana

Al centro, Jorge Mañach durante una transmisión de "Universidad del aire", la CMQ.
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En el socorrido Manual Urgente para Radialistas Apasionados, el comunicador cubano José Ignacio López Vigil sugiere que “una emisora con responsabilidad social debe amplificar la voz de la ciudadanía y legitimarla socialmente". Casi desde su surgimiento, nuestra radio se erigió como un medio de extraordinaria importancia en la forja de la conciencia colectiva. Si bien es cierto que el ciudadano común no logró tener pleno acceso a los micrófonos, el medio inaugurado en agosto de 1922, devino escenario de alto interés para intelectuales, políticos y periodistas que hicieron del debate esencia de la radio.

En los años treinta el sagüero Jorge Mañach Robato funda “La universidad del aire”, uno de los un intento de la intelectualidad de usar a la radio como medio de expresión de la cultura y las ideas. Si intentáramos una antología del ejercicio de la opinión en la radio nacional, tendríamos que recordar obligatoriamente a Guido García Inclán y su “Periódico del Aire” en la COCO y a José Pardo Llada, un hombre que llegó a ganar seguidores no sólo por lo que decía, sino por su estilo. Tampoco podemos olvidar cómo Eduardo Chivás llevó a cabo sus campañas moralizadoras anti-corrupción precisamente en la radio.

El autor de este comentario acumula entre sus experiencias de casi tres lustros en una pequeña emisora municipal, la realización de un programa de participación o de debate (dejaré las clasificaciones para otros especialistas). Cuarenta entregas del espacio han puesto a prueba mi capacidad como director y mis nervios.

Sobre todo que después de 1992 un referente cercano: el de “Alta Tensión”, de la emisora CMHW, en Santa Clara, causara gran interés entre los oyentes; comenzaron a diseminarse propuestas parecidas por todo el país. La mayoría sucumbieron, porque sus hacedores no tenían la misma fuerza y preparación que los de la CMHW, o porque determinados funcionarios decidieron vetarlos.

Entrevistado por la periodista Mónica Lugones Muro para un trabajo investigativo sobre “Alta Tensión”, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien por varios años se desempeñara como primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara y que ostenta ahora el mismo cargo en Holguín, rememoró: "Para algunos ‘Alta Tensión’ era un programa duro, de riesgos, atrevido y los asustó. Para todos era novedoso, creaba expectativa, una forma distinta y osada de hacer periodismo, para otros resultaba necesario, agudo, una vía más de interacción con el pueblo, y desde la participación del mismo promover el diálogo, el debate, la comprensión, la crítica y la acción".

Sería injusto negar que “Alta Tensión” ha sobrevivido desde 1993 gracias al apoyo tributado por altos dirigentes del partido y el gobierno. La autoridad de estos propició que funcionarios menores emplazados por el periodismo investigativo de Abel Falcón y Xiomara Rodríguez, acudieran a los estudios de la CMHW a responder a las críticas que el pueblo y los periodistas les manifestaban. Temas tan álgidos en los duros años noventa como “Niños que asedian a turistas”, “Los deambulantes” y “La convivencia en las becas universitarias”, fueron abordados por el equipo que dirige el experimentado realizador Jorge Gómez Gutiérrez.

Mi programa de debate en Radio Sagua, “Con voz propia” (sábados a las 8:OO a.m.) sigue el sistema de trabajo validado por “Alta Tensión”. Acercarme al menos al nivel de audiencia y prestigio alcanzado por los colegas de W es mi principal anhelo.

A diferencia de otros programas, no me es posible evaluar la calidad de “Con voz propia” al terminar la transmisión; sino mucho tiempo después, cuando compruebo que algún mal denunciado por los locutores o los oyentes desaparece. Esas son las cosas que validan a las emisoras pequeñas; de provincias y municipios, como medios comunitarios, devenidos espejos donde la gente ve reflejadas sus propias contradicciones y dificultades.

“Con voz propia” es la continuación de otro programa que salía al aire sólo cada dos semanas. “Es que es imposible hallar temas para todas las semanas”, me explicó en cierta ocasión un periodista cuando le manifesté mi inconformidad con el escaso tiempo que la emisora de Sagua la Grande dedicaba al debate. El nuevo proyecto dispone de ochenta minutos al aire todas las semanas. Al principio pensé que la gente sólo se interesaría sólo por el abasto de agua, la calidad del pan o los servicios gastronómicos, temas de gran sensibilidad popular en cualquier comunidad de Cuba. Con el tiempo los oyentes me sorprenden al ofrecernos excelentes criterios sobre asuntos de supuesta “baja intensidad”: “La cultura que necesita nuestro pueblo”, “El cuidado del medio ambiente” y “El uso correcto del idioma”, entre otros.

Por supuesto, como sucede casi siempre cuando se aspira hacer buena radio, cada semana debo aunar esfuerzo, dedicación y audacia. Considero que las dosis de tales elementos precisan incrementarse luego nuestro radioperiodismo de los últimos años ha sido ganado por el empirismo, la subordinación a las fuentes, la división por sectores, la escasa confrontación de opiniones y otros males. De tal manera el índice de credibilidad del medio ha disminuido y los funcionarios convocados por los programas debate han restado importancia al medio.

“Alta Tensión”, en Santa Clara; “Con voz propia”, en Sagua la Grande y otros honrosos ejemplos a los cuales espero poder referirme con más tiempo alguna vez, siguen siendo apenas unos pocos seguidores de aquellos espacios que legitimaron a la radio cubana como vocero principal de la opinión pública. Prometo regresar a este tema en una próxima entrada.

sábado, 25 de octubre de 2008

El abrazo de una diva


Terminó dejando su casa de Miramar para trasladarse a Santiago después de cuarenta años. Luego de haber protagonizado un clásico del cine cubano, asumió los oficios más humildes en el ICAIC. Cuando supo que Humberto Solás planeaba el rodaje de una nueva película, evitaba llamarlo incluso en navidad, para evitar comprometerlo con su inclusión el casting…¡Cuántas cosas se dicen de esta mujer!

La tengo ante mí septuagenaria y cuesta trabajo creer que sea la misma del más difundido cartel de la cinematografía cubana. Los años y los problemas de la salud han cambiado su imagen. Puede pasar inadvertida como Adelaida. Pero hay algo que la delata como Adela, o mejor, Lucía: el lenguaje. Las palabras se le desatan contundentes. Son más fuertes aún cuando las acompaña con aquella mirada que Humberto descubrió en un intrincado paraje próximo a Baracoa.

Que mi habitación estuviera muy cerca de la suya en el matancero hotel Guaima fue una suerte. Al principio la saludaba discretamente. Hasta que un día me detuve, entré… No hubo equipos de grabación que alteraran la naturalidad de la tertulia. Pero en mí mente permanecen decenas de anécdotas desgranadas con franqueza.

La más criolla de todas las divas que ha conocido el cine, recuerda cómo colaboró con la lucha revolucionaria. Sólo porque era una tarea del Partido, aceptó presentarse ante aquel habanero “fino” y “blanquito” que terminó provocándole con la mayor displicencia. “A qué no eres capaz de reírte y llorar a la vez”. “Reír y llorar al mismo tiempo…qué cosa tan loca…pero, quién dijo que no….”

Primero fue Manuela y luego, Lucía, Lucía para la eternidad. Ni siquiera le bastó que, por su condición de actriz natural, intuitiva; o tal vez por envidia, trataran de sumirla en el ostracismo. Lo de limpiar el piso en el ICAIC no fue cuento, pero Adela-Lucía es una mujer corajuda, sin temores. La carrera completa de muchas actrices no vale lo que su desempeño en esa cinta, seleccionada entre las diez más importantes de la filmografía iberoamericana.

Por suerte la vimos regresar hace pocos años a los sets para entregarnos una emotiva abuela en “Barrio Cuba”. Nuevamente Humberto sabía lo que hacía. Nadie imprimiría mayor realismo a ese personaje que Adela. Hubo nuevas broncas entre el director y su actriz fetiche. Él no cesó de buscarle las cosquillas. “Nunca hemos dejado de fajarnos”, admite la Adela Legrá. La imagino por estos días extrañando tan sanos diferendos, lamentando la ausencia de su único maestro: el gran Humberto Solás.

Pero la vida la destinó a sobrevivir para contar la historia de “Lucía”. Parece pura leyenda el modo en que Adelaida se convirtió en Adela. Era una guajirita, casi analfabeta. Todavía dice que no sabe escribir, aunque puedo asegurar al menos que es una ferviente lectora. El día de la prueba de cámara, decidió ir vestida con el cabello recogido y ropa de trabajo. Pensó que evitaría acentuar sus rasgos femeninos y no se imaginaba que con tal indumentaria se acercaba aún más al prototipo de "Manuela”. Se lo escuché decir a la propia Adela. No es leyenda, y si a alguien se le ocurre pensarlo, qué importa.

Las divas están rodeadas de historias inverosímiles. De tal manera se tornan más interesantes. En todo caso, si por algún acontecimiento me atrevo a colocar las manos en el fuego, fue por el abrazo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Continúa el debate

Por supuesto que un certificado no me convierte en asesor

Muchos asuntos preocupan a esta "Palabra". Quienes esperan verlos reflejados aquí serán complacidos. Pero me parece muy útil reflejar las casi definitivas opiniones de los colegas Reinaldo Cedeño Pineda y Fabio Bosch Jr. sobre mi primera y por el momento única entrada.

Desde Santiago de Cuba, Cedeño escribió:

Amigo mío:Lamentablemente estoy en medio de mucho trabajo y sólo podré darte ciertas impresiones, pero con la sinceridad que trato de practicar siempre. Algunas de estas ideas ya las he dicho, en el Congreso de la UNEAC y en eventos de la radio; pero me place recapitularlas.
Lo primero que quiero es que me disculpen todos aquellos asesores, sobre todo asesoras (conozco a algunas de mucha experiencia) que cumplen con su trabajo. Esto no va dirigido a ellos; pero la asesoría en Cuba, en la radio y la televisión, necesita una SACUDIDA MONUMENTAL.

El sistema de pago que convierte al asesor en juez y parte es un soberano disparate. Se supone que son especialistas con el conocimiento requerido para evaluar y recomendar una obra determinada… pero que se les pague acorde con la cantidad aceptada o recomendada, es sembrar la semilla de la corrupción. ¿CÓMO es posible que esto pueda subsistir en los medios, en una entidad de arte e ideas? Hay mucha asesoría permisible y cómplice, que pasa por el dinero, antes que por la calidad. Y el control sobre esto es igual de endeble. Por eso muchos proyectos nacen cojos, se vuelven inválidos, se arrastran... y ahí siguen.

Lo ideal, lo razonable sería que quien asesorara, por ejemplo, un espacio histórico o musical, fuera un historiador o un musicólogo… pero a falta de ello, creo que no cabe otra cosa que la superación, la lectura constante, la actualización… PERO ese es otro supuesto: nunca se les ve el pelo en ningún concierto en ninguna conferencia ni en ninguna biblioteca, como si no hiciera falta.Mientras el escritor se rompe la cabeza, acude a esta y otra fuente, el asesor puede dar su visto bueno en cinco minutos. Lo he visto. Muchos se han vuelto correctores gramaticales o de estilo.

Muchos asesoran muchos programas, con su correspondiente beneficio pecuniario. ¿En qué tiempo pueden consultar dudas o perfilar estrategias? ¿Quién se los propicia y se los permite? ?quién le pone el cascabel al gato?Fuera de la programación dramática, con todas sus complejidades, hay programas que en mi opinión, pueden prescindir del asesor: con el escritor y el director bastan. En algunos espacios el asesor se vuelve un ente parasitario y pasivo, un formalismo más. Algunos dan la impresión de vivir en una especie de limbo.

Tengo cada vivencias que si te contara saldrías corriendo.Por hoy te dejo, confiado en que honrarás el trabajo del asesor, imponiendo el rigor que se supone lleva este trabajo. Sólo agrego que ando tras esa huella y que el año próximo mi acercamiento al tema será sobre bases testimoniales y estudios.Ojalá caigan aquí otras opiniones.

Reinaldo.

Y desde Cinefuegos, el destacado escritor y director de programas, envió este mensaje:

Mira Adrián, a tu artículo no le falta ni le sobra nada, es exacto, es dolorosamente exacto.El otro día yo decía en una reunión que cuando los asesores llegaron a la radio, los que hacíamos aquella radio ingenua, que no éramos universitarios pero que increíblemente no cometíamos casi ningún error al aire, rechazábamos a aquellos "universitarios que no tenían ñunfa, porque eran enviados a fiscalizarnos a nosotros, los que habíamos nacido por y para la radio". Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos nos hicimos universitarios y todos acabamos por admitir que los asesoras hacían falta.

Casi que hoy no podemos vivir sin ellos, y yo, que los odiaba de muerte, acabé casándome con una asesora. Sin embargo, no hay dudas, la mecánica de desgaste, la abulia, el facilismo los está envolviendo a ellos también y, los fiscalizadores han sido miserablemente domesticados. Por tanto, veo el asunto más allá de los asesores y me pregunto, quién salvará a esta radio nuestra de cada día?.Dejo eso a un acucioso investigador como tú.

Atte.FABIO

domingo, 19 de octubre de 2008

La palabra nace arropada por buenos amigos

Nace afortunado este blog, que recibe dos excelentes mensajes en sus primeras 24 horas. Espero que otros amigos y colegas ofrezcan sus opiniones acerca del primer post o de los que aparecerán próximamente. Ya saben cómo ofrecer su "palabra desnuda".

El destacado periodista Juan Carlos Roque García, quien laborara durante varios años en emisoras cubanas y ahora presta servicios en Radio Nederlán, pero muy vinculado a Cuba y al resto de América, escribió:

Estimado Adrián, grata sorpresa encontrar hoy en tu blog 'Con voz propia' una pequeña nota que nos lleva a tu nuevo sitio 'Palabra desnuda'. No sé si sabías que ya tenía enlazado tu blog primogénito al mío: 'El arte de hacer radio'(http://www.haciendoradio.blogspot.com/). Ahora acabo de publicar el enlace con este otro dedicado a tus "pareceres sobre el mundo de la radio, la televisión y otras áreas de la cultura". En relación a tu primer post, coincido contigo punto por punto.

La labor del asesor es esa que pretendes rescatar. Como bien dices, este debate es tan viejo como los años que llevamos con la “nueva” radio a cuestas, y ya va siendo hora de reconocer que en esta materia no siempre ha primado la lógica. Enhorabuena por tus reflexiones sobre la asesoría en radio y otras opiniones que he encontrado en tu otro blog referidas a la calidad de algunos blogs cubanos que no alcanzan el nivel que desearíamos. Pero bueno, eso es harina de otro costal, que en algún momento llevaremos de nuevo al molino. Un abrazo desde Holanda.


Y desde Vueltabajo escribió la aguda periodista Yolanda Molina Pérez, del periódico Guerreillero:

Adrián, no te imaginas el gusto que me da que hayas iniciado este espacio para la crítica audiovisual reflexionando sobre el papel del asesor y es que coincido contigo en las valoraciones que haces sobre sus funciones,es doloroso reconocer que tienes la razón.Mejores asesores y un riguroso trabajo de ellos y radio y televisión darían un vuelco total en cuestión de horas y días.

El asesor debería de ser el más capacitado de cualquier colectivo o programa y muy contrario a lo que algunos piensan debe ser también un realizador, ¿cómo demostrar ante un director de radio o TV que su puesta no es la más feliz si no somos capaces de mostrarle la alternativa indicada? la posibilidad de veto del asesor debería de ser usada con mayor frecuencia para que escuchas y televidentes tuviesen que hacer menos uso de la de ellos.

El asesor no sólo se restringe al contendio, debe ser alguien con una formación estética, conocedor de los códigos, técnicas, recursos audiovisulaes y códigos de la comunicación, pienso que la calidad de la radio y la televisión cubana podrían ser mucho mayores si se trabajase sobre la base d ela responsabilidad material.

Pongo en tus manos recursos tecnológicos y humanos con un propósito, el productor los administra, para que el director haga su obra, pero si el producto final no responde a los intereses artísticos, comunicativos, lúdicos para los que supuestamente fue concebida la obra, el colectivo paga a la emisora o el canal el costo de la realización y por supuesto ellos no ganan por lo que hicieron, pues no sirvió...

¡Verías con cuanta profesionalidad se trabajaría! Un director lo pensaría antes de asumir otro nuevo proyecto, cada productor velaría hasta por el último peso y no habría asesor que diera curso a un guión sin estar seguro de que sería viable y si aún así el programa en cuestión no resultara ser en la práctica lo que parecía en el papel, el dictamen de este especialista sería mucho más veraz que la ficha técnica con que acompañar un cassette, disco o cinta para que espere ser trasmitido.Me extendí en demasía pero me apasiona el tema, un abrazo y mis felicitaciones para el que al menos para mí es un feliz comienzo de esta blog.

sábado, 18 de octubre de 2008

Escrito por el asesor


Hace cuarenta y cinco días me “convertí” en asesor. Seré más preciso: Hace cuarenta y cinco días la emisora para que la que también trabajo como escritor y director de programas, puso en mis manos un contrato de asesor. Lo de convertirse, ser o no ser, lo pospongo para un momento más avanzado del comentario. La nueva propuesta satisface mi interés de adentrarme en otras especialidades del mundo de la radio. Claro, también es una fuente de ingresos; que no solo de pan vive el hombre.

Cualquiera diría que se trata de un trabajo ingrato. Si la obra sale bien, es mérito del director, del guionista y los actores. Si no sirve, le achacarán culpas al asesor por permitir su culminación. Pero en los últimos años asesorar ha constituido una excelente garantía salarial para quienes están en los medios, “una pincha fácil”. Que si una faltica de ortografía por aquí, que una preposición que faltó y...¡listo! ¿Serán tan buenos nuestros escritores de la radio y la televisión cubanas? No hay peor ciego que el no quiere, o no puede, ver.

Veamos la definición de asesorar que ofrece el Diccionario de la Real Academia: (De asesor). tr. Dar. 2. prnl. Tomar consejo del letrado asesor, o consultar su dictamen. 3. Dicho de una persona: Tomar consejo de otra, o ilustrarse con su parecer. Me quedo con la primera: Dar consejo o dictamen. El asesor dice si sirve o no o un guión, o una obra, o el embrión de una obra. Y lo más importante: da luz a su autor sobre lo que es salvable y lo que no; aporta ideas, esclarece conceptos, ayuda a pesar.

Por supuesto, a veces no le quedará otra alternativa que rechazar aquello que no sea artísticamente salvable y defender luego esa postura. La regla de oro de la buena asesoría es la comunicación; el diálogo inteligente, el intercambio de criterios. Tenga en cuenta que cuando una obra de arte es buena y vital, puede desatar criterios contrapuestos.

Desgraciadamente mucho de lo que se hace en la radio cubana actual, sobre todo en la programación no dramatizada, es más que puro fusilamiento de aquí de allá, notas calcadas de diversas fuentes; como en los tiempos de los primeros noticieros, cuando se recortaban las noticias del periódico. En medio de tales manquedades no ha de sorprenderse el oyente de que cualquiera “se convierta”…en asesor.

¡Pero qué hago yo criticando a los asesores si pertenezco a su nómina! Dirán algunos que debía permanecer silente, porque soy juez y parte . Justamente con ese concepto se asocia una de las principales limitaciones del oficio. Los asesores suelen involucrarse tanto con los colectivos que “para no buscarse problemas y enemistades” terminan haciéndose de la vista gorda. Ahí están las pifias que pueden escucharse en cualquiera de nuestras emisoras. Errores históricos, imprecisiones geográficas, informaciones desactualizadas, términos mal empleados..Un montón de cosas que van más allá de la simple preposición o de la faltica de ortografía.

También es cierto que, en ocasiones, los directivos no conceden al trabajo del asesor la importancia que merece. No lo ven como lo que debe ser: el encargado de velar por la calidad de la programación en general, y destaco esto último, en general. Me consta que los departamentos de capacitación de la radio y la televisión cubanas se convencieron de que no necesitamos simple asesores literarios, o correctores de estilo; sino analistas preparados para evaluar todos los elementos que inciden en la calidad de un producto audiovisual, como la música y los efectos. Pero del dicho al hecho...

El Instituto Superior de Arte forma directores, editores, fotógrafos, pero no asesores. No creo que pueda hacerlo. Mucho menos bastará con un cursillo de habilitación. Tales ideas justifican la ironía del principio; nadie se convierte en asesor de la noche a la mañana. Sólo el tránsito por diversas especialidades y el serio conocimiento del medio en que se desarrolle pueden contribuir a formar a un asesor. Porque un asesor es un experto. Debe dominar el universo temático de cada espacio: un músico o musicólogo para los programas musicales, un historiador para los históricos….Parece una simpleza, pero en Cuba estamos muy lejos de lograr una cosa así.

No pongo en duda que existan buenos asesores en nuestro país, algunos vinculados a la programación dramatizada que, por sus características y régimen de trabajo, les ha impuesto un mayor rigor profesional. El resto de la programación, ha sido menos favorecida.


La pericia de los asesores ha motivado análisis en diversos foros. No han faltado audaces con la propuesta de dejarlos fuera. Defiendo la valía del oficio siempre desde mucho antes que me tocara observar las aguas desde las dos orillas. Sencillamente es preciso reinvidicar esa especialidad... Y no escribo más. O de lo contrario tendré que dedicar demasiado tiempo a enmendar las cuartillas de un tal Adrián Quintero. En este caso, soy mi propio asesor.