sábado, 18 de octubre de 2008

Escrito por el asesor


Hace cuarenta y cinco días me “convertí” en asesor. Seré más preciso: Hace cuarenta y cinco días la emisora para que la que también trabajo como escritor y director de programas, puso en mis manos un contrato de asesor. Lo de convertirse, ser o no ser, lo pospongo para un momento más avanzado del comentario. La nueva propuesta satisface mi interés de adentrarme en otras especialidades del mundo de la radio. Claro, también es una fuente de ingresos; que no solo de pan vive el hombre.

Cualquiera diría que se trata de un trabajo ingrato. Si la obra sale bien, es mérito del director, del guionista y los actores. Si no sirve, le achacarán culpas al asesor por permitir su culminación. Pero en los últimos años asesorar ha constituido una excelente garantía salarial para quienes están en los medios, “una pincha fácil”. Que si una faltica de ortografía por aquí, que una preposición que faltó y...¡listo! ¿Serán tan buenos nuestros escritores de la radio y la televisión cubanas? No hay peor ciego que el no quiere, o no puede, ver.

Veamos la definición de asesorar que ofrece el Diccionario de la Real Academia: (De asesor). tr. Dar. 2. prnl. Tomar consejo del letrado asesor, o consultar su dictamen. 3. Dicho de una persona: Tomar consejo de otra, o ilustrarse con su parecer. Me quedo con la primera: Dar consejo o dictamen. El asesor dice si sirve o no o un guión, o una obra, o el embrión de una obra. Y lo más importante: da luz a su autor sobre lo que es salvable y lo que no; aporta ideas, esclarece conceptos, ayuda a pesar.

Por supuesto, a veces no le quedará otra alternativa que rechazar aquello que no sea artísticamente salvable y defender luego esa postura. La regla de oro de la buena asesoría es la comunicación; el diálogo inteligente, el intercambio de criterios. Tenga en cuenta que cuando una obra de arte es buena y vital, puede desatar criterios contrapuestos.

Desgraciadamente mucho de lo que se hace en la radio cubana actual, sobre todo en la programación no dramatizada, es más que puro fusilamiento de aquí de allá, notas calcadas de diversas fuentes; como en los tiempos de los primeros noticieros, cuando se recortaban las noticias del periódico. En medio de tales manquedades no ha de sorprenderse el oyente de que cualquiera “se convierta”…en asesor.

¡Pero qué hago yo criticando a los asesores si pertenezco a su nómina! Dirán algunos que debía permanecer silente, porque soy juez y parte . Justamente con ese concepto se asocia una de las principales limitaciones del oficio. Los asesores suelen involucrarse tanto con los colectivos que “para no buscarse problemas y enemistades” terminan haciéndose de la vista gorda. Ahí están las pifias que pueden escucharse en cualquiera de nuestras emisoras. Errores históricos, imprecisiones geográficas, informaciones desactualizadas, términos mal empleados..Un montón de cosas que van más allá de la simple preposición o de la faltica de ortografía.

También es cierto que, en ocasiones, los directivos no conceden al trabajo del asesor la importancia que merece. No lo ven como lo que debe ser: el encargado de velar por la calidad de la programación en general, y destaco esto último, en general. Me consta que los departamentos de capacitación de la radio y la televisión cubanas se convencieron de que no necesitamos simple asesores literarios, o correctores de estilo; sino analistas preparados para evaluar todos los elementos que inciden en la calidad de un producto audiovisual, como la música y los efectos. Pero del dicho al hecho...

El Instituto Superior de Arte forma directores, editores, fotógrafos, pero no asesores. No creo que pueda hacerlo. Mucho menos bastará con un cursillo de habilitación. Tales ideas justifican la ironía del principio; nadie se convierte en asesor de la noche a la mañana. Sólo el tránsito por diversas especialidades y el serio conocimiento del medio en que se desarrolle pueden contribuir a formar a un asesor. Porque un asesor es un experto. Debe dominar el universo temático de cada espacio: un músico o musicólogo para los programas musicales, un historiador para los históricos….Parece una simpleza, pero en Cuba estamos muy lejos de lograr una cosa así.

No pongo en duda que existan buenos asesores en nuestro país, algunos vinculados a la programación dramatizada que, por sus características y régimen de trabajo, les ha impuesto un mayor rigor profesional. El resto de la programación, ha sido menos favorecida.


La pericia de los asesores ha motivado análisis en diversos foros. No han faltado audaces con la propuesta de dejarlos fuera. Defiendo la valía del oficio siempre desde mucho antes que me tocara observar las aguas desde las dos orillas. Sencillamente es preciso reinvidicar esa especialidad... Y no escribo más. O de lo contrario tendré que dedicar demasiado tiempo a enmendar las cuartillas de un tal Adrián Quintero. En este caso, soy mi propio asesor.

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