jueves, 27 de noviembre de 2008

A propósito del concurso organizado por la UNEAC de Villa Clara

EL MISMO CARACOL, PERO CON DISTINTO COLLAR
El autor junto al realizador y periodista Alexei Ruiz, también premiado en "Sancta Mareare"


El nombre de Sancta Mareare identifica a una especie de caracolillo exclusivo de la cayería Villaclareña. Hace tiempo artistas de filial de cine, radio y televisión de la UNEAC en provincia más central de Cuba se propusieron marcar diferencias al bautizar con ese nombre a un concurso que nació como alternativa al Caracol organizado en La Habana.

La iniciativa no constituye una necesidad provinciana de reconocimiento. En todo caso pudiera pensarse que se trata de un contestatario modo de crecernos ante una capital que se abroga el derecho de trazar pautas en lo que a la realización radial, televisiva y cinematográfica se refiere.

Pese a los tradicionales esfuerzos del estado cubano por dotar al arte de un alcance comunitario, resulta difícil evitar que La Habana extienda su mirada más acá del túnel. Puede hablarse de creadores que lejos de la capital han hilvanado una obra conocida internacionalmente, pero habría que ver cuánto esfuerzo les ha costado.

En la capital se encuentra nuestra principal entidad productora de películas, todas las radioemisoras de alcance nacional se hallan cerca de La Rampa, prácticamente ningún programa dramatizado se rueda lejos del Malecón, la mayoría de los estudios artísticos de nivel superior tienen asiento en predios habaneros.

En lo que respecta al concurso Caracol, al realizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en su casona del Vedado; salvo contadas excepciones, los premiados viven o laboran en la capital.

No es mi intención cuestionar la pericia o las intenciones del jurado, pero resulta evidente la apatía que le profesan a las obras de artistas no capitalinos. En el caso de la radio; un medio que afortunadamente no precisa de tantos recursos para propiciar la buena culminación de un proyecto, pueden citarse ejemplos de obras, tanto musicales como informativas o dramatizadas que en los festivales nacionales de ideados por el ICRT ha superado con creces y de manera reiterada a cualquier realización “Made in Habana”.

De tal manera el Caracol de Villa Clara, el “Sancta Mareare” se ha convertido en un espacio de confrontación atractivo para creadores de todo el país, sin excluir a los de la capital.

El cine aficionado, que forma parte -como diría el crítico camagüeyano Juan Antonio García Borrero- del “cine cubano sumergido” halla justas valoraciones en la cita que se organiza cada noviembre en Caibarién. La televisión provincial y municipal, cada vez más presente en el espectro de señales, también tiene su foro en estos encuentros. Pero no piense el lector que el chovinismo desmedido de quienes tradicionalmente carecen de reconocimiento, pulula en los debates.

La necesidad de hacer mejor un arte y de contar con los recursos humanos y técnicos necesarios para ello, es un constante en “Sancta Mareare”. Incluso, la audacia de los trabajos en concurso suele ser motivo de enriquecedoras discusiones, como sucedió esta vez con el programa para jóvenes “Andando”, de la televisión espirituana, que abordó las relaciones sexuales entre tres personas, un fenómeno cada vez menos extraño en Cuba.

El Caracol de Villa Clara distingue cada año a creadores de larga trayectoria en la radio con el premio Roberto Rodríguez Frenes; tributo a alguien que sin haber figurado nunca en la nómina de artistas de la CMHW, fue el gran benefactor de la radio villaclareña, un directivos que abandonó la oficina para echar su suerte al lado de los que dan la cara al micrófono. Esta vez fueron tres los homenajeados, todos de la W: Ana Menéndez, asesora de la programación dramatizada; el destacado narrador y comentarista deportivo Héctor Alomá y el popular locutor Víctor Manuel Menéndez.

También los jóvenes reciben un galardón. En un justificado interés de la UNEAC por ganar protagonismo entre quienes ya marcan pautas en la creación radial, desde hace tres años se entrega el “Manolín Álvarez Álvarez”, que evoca a uno de los pioneros de la radiodifusión en Cuba, hijo ilustre de Caibarién.

Y no porque este comentarista se halla ido con un premio “Manolín Álvarez” a casa se siente comprometido a elogiar el “Sancta Mareare”. Es oportuno sugerir a la filial de cine, radio y televisión que valore la posible nominación de artistas no residentes en Villa Clara para futuras candidaturas de estos reconocimientos. Ello contribuiría a acrecentar el carácter inclusivo de una cita genuinamente nacional. Pudiera tenerse en cuenta la obra de quienes frecuentemente han sido premiados en el propio evento.

A pesar de los retos que también a la cultura han impuesto los huracanes, de las distancias y los lógicos escollos que suelen asumir los organizadores, una vez más hubo “Sancta Mareare” en Caibarién. Es endémico el caracol de Villa Clara, pero deberá perdurar como parte de una diversidad aclamadas por los artista de la radio, el cine, y la televisión que necesitamos encontrarnos. Valdrá la pena que este caracol con diferente collar nos convoque también en 2009.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Otras consideraciones acerca del debate en la radio cubana

Luego de generar no pocas opiniones durante varias semanas, me dispongo a volver sobre el tema; pues pienso que en la medida en que los cubanos somos, por naturaleza, sinceros y extrovertidos, debemos hacernos a la idea de que los medios deben constituir reflejo fiel de nuestras particularidades y esencias.
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Meses atrás la revista “Temas” convocaba a un debate sobre el asunto a conocidos periodistas, investigadores y realizadores vinculados a la radio.
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Luego de significar que la radio probablemente haya sido el principal vocero de la opinión popular en Cuba, se refirieron a algunas singularidades y limitaciones que evidencia el ejercicio del criterio hoy por hoy.
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La psicóloga Giselle Vázquez Gil, investigadora de Radio Rebelde, citó como un ejemplo positivo el programa de debate entre periodistas “Hablando claro”, que su emisora trasmite de lunes a viernes a las 12 y 15 pasado meridiano. Pero consideró que debe crecer otro tipo de ejerció de opinión, que permita al oyente expresarse libremente.
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En tal sentido los panelistas hablaron de dos ejemplos: “Triángulo de la confianza” y “Alta tensión”; de Radio Ciudad del Mar y CMHW. En ambos espacios salen al aire las voces de los propios oyentes. Pero como habíamos dicho en nuestro anterior comentario sobre el tema, no han dejado de correr riesgos. Incluso, “El triángulo” por un buen tiempo estuvo fuera del aire y luego se le negó la conducción a su fundador: el laureado comunicador Fabio Bosch.
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Pero desgraciadamente no son muchos las propuestas de este tipo en la radio cubana actual. Y no sólo necesitamos programas donde se debatan asuntos de carácter social, o económico. La radio y la televisión prácticamente son tierras vírgenes para la crítica cultural. Creo que ni siquiera puede hablarse de un estilo propio para la crítica cultural en estos medios. Mucho menos podemos esperar que se funden espacios para el debate cultural como lo fue, digamos en la televisión, “Lenguaje de adultos”. Es que, en opinión del destacado profesor e investigador Mario Masvidal recogida en el debate de “Temas”, "hace falta cultura del debate y cultura general en los directivos, aquellos que tienen la realización de la radio en sus manos, para lograr menos verticalidad”.
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Entre sus múltiples anécdotas como viejo hombre de la radio que es, Fabio Bosch recuerda que en una ocasión su espacio criticó determinados problemas de un policlínico que afectaban a la comunidad y las autoridades, al sentirse agredidas, reclamaron que el programa dejara de salir al aire. El Che en “El socialismo y el hombre en Cuba”, habló sobre el pensamiento oficial, un cuerpo de ideas al que no es el grato exponerse al debate.
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María de la Caridad Duranza, destacada conductora de programas de Radio Metropolitana, también invitada por la revista “Temas” a su debate, dejó claro que en ejemplos como el del “Triángulo”, los comunicadores no están agrediendo al estado, ni mucho menos a la Revolución.
Sencillamente el pueblo planteaba un problema de mal funcionamiento. Y, de acuerdo con la opinión de la artista, aceptar la diversidad de opinión, no es permitir el ataque a nadie en particular, sino dar vía libre a la retroalimentación. A veces hasta puede haber personas confundidas sobre algo y los medios pueden ayudar a aclarárselos.
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“Temas” no dejó de mostrar opiniones diametralmente opuestas a estas. Hubo quien se preguntó si en los momentos actuales la radio está preparada para darle chance a todo el mundo. Rubén David Orrio, quien por muchos trabajó en los órganos de la Seguridad del Estado, recordó cuánto se esfuerza el enemigo por utilizar a la radio para confundir y desorientar. “En todos los países del mundo -dijo- existen informaciones oficiales cuya divulgación- está regulada por la ley.
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En cambio, Mario Masvidal cita a Ignacio Ramonet, quien expresó no hace mucho ante las cámaras de la televisión cubana: “Cuando se discursa verticalmente y no interesa o no se sabe retroalimentar, se impulsa un ambiente, una atmósfera de silencio, y la reacción del público es el humor, o el rumor”.
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Sí constituyó motivo de consenso en el panel que, a pesar de la inmediatez que constituye un arma de doble filo para la radio, detrás de todo debate debe haber rigor profesional.
Otro maestro del periodismo de opinión, Luís Sexto, asegura que todavía hoy la radio es el medio más importante para la difusión de las ideas en el contexto cubano. Y por último deja claro el hecho de que los medios son socializadores de opiniones. Pero -concluye el columnista de “Juventud Rebelde”- les falta autonomía que les permita regularse en aras de desempeñar mejor su papel dentro de los límites de nuestra sociedad y de las circunstancias.
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domingo, 9 de noviembre de 2008

EROTISMO Y PORNOGRAFÍA: LA DELGADA LÍNEA ROJA

Fotograma de "Brockeback montain". El filme fue exhibido por la televisión cubana sin que censurara ninguna escena.
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El hombre tenía el aspecto de un filósofo pueblerino. Vestía correctamente y aseguraba haber dedicado la mayor parte de su vida a la cultura. Se dirigió con respeto a Humberto Solás, como todos los habitantes de Gibara; pero le advertía que muchas de las películas exhibidas en el Festival Internacional de Cine Pobre, eran impúdicas, que estaban llenas de desnudos y que promovían la práctica de la homosexualidad. Aunque tardaron un poco estallaron las carcajadas entre los concurrentes. Pero el director de “Lucía” permaneció serio. Salomónico, puso fin al incipiente bonche proponiendo al crítico Joel del Río, la organización de un taller sobre erotismo y pornografía para el Festival de 2009.
No era de extrañar que, entre los sucesos interesantes suscitados por uno de los más originales certámenes cinematográficos del mundo, estuviera el que acabo de narrar. Pero el horror a escenas cargadas de erotismo no es privativo de Gibara. Meses atrás, la Televisión Cubana, recibió un buen número de mensajes que procedentes de diversos sitios de la isla, cuestionaron la exhibición del filme “Brokeback montain” de Ang Lee, en el estelar espacio “La séptima puerta”. Pese al evidente interés del comentarista Rolando Pérez Betancourt por destacar que Ang Lee no era para nada desmesurado en el montaje de escenas de componente sexual, la homofobia todavía arraigada en la sociedad cubana, hizo más compleja la situación.
En Sagua la Grande algunas personas, hechas a la idea de ver a la televisión como un acontecimiento cultural más “cercano” dirigieron sus quejas al Comité Municipal del Partido, al creer que había sido el canal local el que programó la película. Me imagino cuán decepcionados se sintieron luego de comprobar que sus quejas llegarían a los verdaderos “responsables del desparpajo” si los acalorados televidentes estaban a dispuestos a incrementar el gasto de sus factura telefónica.
Resulta curioso notar cuánto, perteneciendo al llamado Nuevo Mundo, nos hemos quedado rezagados los cubanos en materia de libertades sexuales. Días atrás, de buena fe, una compañera de trabajo, me alertaba sobre lo “perjudicial” que podía resultar contemplar fotos de hombres desnudos a través de la Internet. Realmente, el centro de su preocupación, no estaba relacionado con el uso de adecuado de las computadoras en un centro laboral, sino sencillamente por la naturaleza de la las fotos. ¿Tendría que aventurarme a improvisar para ella una lección de historia del arte? ¿Cómo convencer a mi sencilla compañera de que para los padres de nuestra civilización el cuerpo humano por sí solo nunca les pareció obsceno? Claro, confío en que nadie critique a los desnudos griegos. Pero, qué hacer con los de ahora.
¿Cuáles son pornográficos y cuáles no? Para el público avezado en el tema, las cosas pueden resultar simples: Se analizan las intenciones con que fue creada la obra de arte, el trasfondo que hay en ella y se llega a una conclusión. Así, los cortometrajes de Jorge Molina, los que seguramente mayor estupor causaron asistente a la muestra de Gibara, se salvarán de ser tildados de pornográficos, pues abordan conflictos existenciales que van más allá del acto sexual.
De todos modos no espere el lector que Rolando Pérez Betancourt los programe en su espacio de la televisión. La exhibición de este tipo de obras se reduce a festivales, a aulas de escuelas de arte y a otros circuitos alternativos.
Von Gloeden, uno de los padres de la fotografía moderna, en su momento fue muy censurado.


En el caso de la fotografía fija, las aristas para el análisis suelen ser débiles. Se torna algo más difícil demostrar cuándo el cuerpo en cueros no está en función de la pornografía, pues en este caso tiene un peso mayor el punto de vista del receptor. Una persona vestida puede resultar en extremo erótica para el vouayer o disparador que la persigue tras el follaje o las persianas. Pero como quiera que las leyes tienen en cuenta situaciones concretas, resulta interesante recordar que el Código Penal de la República de Cuba no condena explícitamente el consumo de productos “pornográficos”. Sólo contempla como “ultraje sexual”, la producción o puesta en circulación de materiales que se consideren “obscenos”, “tendentes a pervertir o degradar las buenas costumbres”. ¿Qué son las buenas costumbres? A algunos les parece una buena costumbre dormir la siesta. Otros, en cambio, lo consideran poco favorable.

El caso de Cuba reviste características muy particulares, toda vez que el mundo capitalista ha dado vía libre al consumo de la pornografía, a la prostitución y a otras expresiones. Son prácticas que demeritan el carácter “civilizado” de nuestras sociedades, pero ni siquiera el Cristinianismo, ni siquiera la Santa Inquisición, fue capaz de borrarlas. Si tenemos en cuenta que legislación cubana prohíbe la circulación y exhibición públicas de materiales pornográficos, pero no su consumo, podemos concluir que exista un segmento de la población que, efectivamente, haya tenido acceso a productos de este tipo, mucho más si tenemos en cuenta que antes del Triunfo de la Revolución sí hubo salas de cine y publicaciones dedicadas a promover el gusto por tales “creaciones”.

Las fotos pintadas de Pierre y Gilles han sido tiladadas hasta de kitsch, pero nunca de pornográficas.

Indudablemente abordar el asunto como un fenómeno más del presente constituye una buena idea, incluso para orientar al público hacia propuestas “más edificantes”. Está comprobado que las cosas que mayor interés despiertan en el ser humano son precisamente aquellas que se les niegan. Por otra parte también será importante debatir mucho más acerca de lo que realmente tiene connotación artística, de aquellas creaciones absolutamente salvables, lo mismo se trate de una película de cowboys enamorados, o sencillamente de fotos con “machos en cueros”. Si acaso fuera necesario, civilizadamente y sin oscurantismo, todos tenemos el derecho y la obligación cultural de delimitar dónde está la delgada línea roja.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Radialistas cubanos opinan sobre el trabajo de los asesores y los programas de debate

El talentoso realizador Roberto Reyes Estenza, actualmente vinculado a la emisora Estereocentro, de Santa Clara, escribió el siguiente comentario acerca de la labor de los asesores:

Amigo Adrián:

Coincido con tus ideas en torno al trabajo del asesor, y me parecía estar escuchando mi voz cuando leía los comentarios de mi amigo Fabio, quien confesó que hace años rechazó a los asesores y hoy se le hacen imprescindibles. Sin embargo, me gustaría agregar un elemento que no sé si ya alguno de los colegas que te han escrito lo ha mencionado.

Se trata de que, desafortunadamente, las estructuras que existen en estos momentos en nuestras emisoras de radio favorecen la existencia del asesor mediocre, y hasta propician su desarrollo. Es doloroso reconocerlo, pero así es. Desde hace algunos años me doy cuenta de que
algunas estructuras de dirección de nuestras emisoras desean crear un asesor que sea celoso e implacable guardián de la radio anquilosada y conservadora.

No se dice a los cuatro vientos, pero la búsqueda del rigor artístico, el uso de códigos poco empleados, la propuesta de temas polémicos, y otros caminos tan consustanciales al arte auténtico son considerados peligrosos. Ante semejante estado de cosas, muchos directores de espacios se dejan llevar por la marea y hacen programas convencionales, digamos que complacientes, ligeritos, adormecedores de neuronas. De este modo ni el asesor, ni quienes dirigen la planta se sienten preocupados. Todo está en orden y en calma; la evolución del
pensamiento se pospone. Pero cuando aparece un creador que desea moverse por otros cauces y mirar su entorno, hacerle preguntas al oyente, sugerirle que escuche con atención una pieza musical,... inmediatamente el asesor llega para ponerlo todo en su lugar.

Algunos son sinceros y te dicen bajito: ''por favor, deja ese tema para otro día,... habla de la honestidad o cualquier otro valor humano y no me metas en problemas''. Otros simplemente te ponen calificativos de ''problemático y conflictivo'' y cuando te das cuenta estás citado para una reunión ''con todos los factores''.

También están, por suerte, los asesores que se lanzan al fuego contigo, que defienden tu propuesta, que respiran arte por todos los poros de su cuerpo,... pero son una especie en extinción. Recuerdo que hace unos tres años un talentoso joven comenzó a trabajar como asesor en una emisora, después de haber realizado otras labores también como creador. Me comentó que si le daban cierto programa iba ahacer todo lo posible por transformarlo, porque le faltaba solidez, era incoherente y el riesgo artístico no se veía por ningún lado. Como sabía que era capaz de hacerlo, le previne que no le iba a ser fácil y que, en el mejor de los casos, encontraría una gran resistencia, si acaso no era sacado del colectivo del espacio. Tal como sospechaba, mi amigo fue ''invitado'' a abandonar la asesoría del programa y todo sigue igual, o mejor dicho, peor.

Con estos comentarios tan solo quiero decirte que deben cambiar también otras mentalidades, para que los asesores que realmente quieren realizar su labor con decoro puedan hacerla. Es otro ángulo del problema, que he intentado mostrar apremiado por el tiempo.

Saludos, Roberto

Y desde la provincia de Cienfuegos, el maestro Fabio Bosch me envió consideraciones sobre los programas de debate en la radio. Él constituye una autoridad en el tema, pues realizada uno de los programas de ese género de más larga vida en Cuba. "El trángulo de la confianza", en la emisora Radio Ciudad del Mar.

Un día invité a mi Triángulo de la Confianza (el original, el verdadero nacido hace más de 15 años, no el del Canal Habana) a Vicente González Castro y tras dialogar realmente en vivo, como se hace en mi espacio a diferencia de otros, él dijo: "lo que más me ha gustado de este programa es que no pone musiquita".

Creo que es hora, y este comento de Adrián lo logra, que comencemos a hablar y a debatir sobre los programas de "habla" y "debate". Nos hacen falta, aunque no por ello dejemos de pasar música en nuestra radio. Todo es posible. No podemos hacer 24 horas de talk-radio, pero tampoco debemos hacer de nuestras emisoras Vitrolas Municipales o Provinciales. En cuanto a los colegas que acometen o piensan hacerlo estos tipos de espacio de razonamiento, diálogo y reflexión con "el hombre que nos falta" como dice Carlo Figueroa en La Guayabera, no teman a hacerlo semanal o diario.

Entre los acápites por el que me nombraron loco en 1993 para sacar al aire en medio de alumbrones (no apagones) mi programa de micrófono abierto, estaba el de que fuera diario. Y fue... y ahí está. Temas siempre hay, porque los problemas cotidianos son eso, tema de todos los días.

FABIO BOSCH

Fabio Bosch durante la transmisión del programa "La hora de Luís", junto al fallecido repentista Luís Gómez.

Mi biografía de radialista incluye el nombre de Fabito entre los más temidos del medio. Ni siquiera el diminutivo; que lo diferencia de su fallecido padre, Fabio Bosch, un locutor muy importante en la historia de la radio en el centro de Cuba, atenuó el respeto con que se le mencionó la primera vez que supe de una evaluación artística en Radio Sagua. Yo, por suerte, aún no estaba entre los evaluados.

Hubo una segunda vez..Entonces la comisión evaluadora que él preside, valoró el trabajo de los realizadores de sonido. Uno de ello estaba bajo mi mando. Si yo le daba una orden equivocada, ponía en riesgo su trabajo....El muchacho obtuvo el primer nivel y yo también me sentí triunfador. No llegué a conversar por Fabio, pero me contaron que le había agradado mi trabajo. En cambio, pienso que el día me tocó evaluarme a mí fui mucho menos sagaz como director.

Recuerdo cada una de las observaciones de Fabio, las pequeñas ironías con que solía salpicarlas y un ataque de estornudos mío único...Mientras Machado González y el buenazo de Rogelio Castillo me observaban compacivos. Fabio no podía desligarse del papel de malo, aunque yo nunca lo vi como tal. (Soy un poco malo, como él). Dijo que en mi nota final influía la opinión del Consejo Artístico de la emisora, porque aquel era un proceso democrático. Pareció no estar de acuerdo con el primer nivel que obtuve finalmente, pero no le creí. Cuenta con prestigio y autoridad suficientes para vetar una evaluación falsa.

Hoy le temo más a lo miles a de oídos anónimos que me escuchan que a Fabito, un hombre al que el amor por radio le corre por las venas y que como Luis Agesta Hernández, Rogelio Castillo Moreno (por cierto de mi pueblo), Jorge Gómez Gutiérrez y otros "Rostros que se escuchan" (aunque no figuren en los libros de Josefa Bracero), ni siquiera el prestigio y la autoridad bien ganados, los salva de los tormentos que abrazar la profesión de radialista provoca....

domingo, 26 de octubre de 2008

El ejercicio de la opinión en la radio cubana

Al centro, Jorge Mañach durante una transmisión de "Universidad del aire", la CMQ.
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En el socorrido Manual Urgente para Radialistas Apasionados, el comunicador cubano José Ignacio López Vigil sugiere que “una emisora con responsabilidad social debe amplificar la voz de la ciudadanía y legitimarla socialmente". Casi desde su surgimiento, nuestra radio se erigió como un medio de extraordinaria importancia en la forja de la conciencia colectiva. Si bien es cierto que el ciudadano común no logró tener pleno acceso a los micrófonos, el medio inaugurado en agosto de 1922, devino escenario de alto interés para intelectuales, políticos y periodistas que hicieron del debate esencia de la radio.

En los años treinta el sagüero Jorge Mañach Robato funda “La universidad del aire”, uno de los un intento de la intelectualidad de usar a la radio como medio de expresión de la cultura y las ideas. Si intentáramos una antología del ejercicio de la opinión en la radio nacional, tendríamos que recordar obligatoriamente a Guido García Inclán y su “Periódico del Aire” en la COCO y a José Pardo Llada, un hombre que llegó a ganar seguidores no sólo por lo que decía, sino por su estilo. Tampoco podemos olvidar cómo Eduardo Chivás llevó a cabo sus campañas moralizadoras anti-corrupción precisamente en la radio.

El autor de este comentario acumula entre sus experiencias de casi tres lustros en una pequeña emisora municipal, la realización de un programa de participación o de debate (dejaré las clasificaciones para otros especialistas). Cuarenta entregas del espacio han puesto a prueba mi capacidad como director y mis nervios.

Sobre todo que después de 1992 un referente cercano: el de “Alta Tensión”, de la emisora CMHW, en Santa Clara, causara gran interés entre los oyentes; comenzaron a diseminarse propuestas parecidas por todo el país. La mayoría sucumbieron, porque sus hacedores no tenían la misma fuerza y preparación que los de la CMHW, o porque determinados funcionarios decidieron vetarlos.

Entrevistado por la periodista Mónica Lugones Muro para un trabajo investigativo sobre “Alta Tensión”, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien por varios años se desempeñara como primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara y que ostenta ahora el mismo cargo en Holguín, rememoró: "Para algunos ‘Alta Tensión’ era un programa duro, de riesgos, atrevido y los asustó. Para todos era novedoso, creaba expectativa, una forma distinta y osada de hacer periodismo, para otros resultaba necesario, agudo, una vía más de interacción con el pueblo, y desde la participación del mismo promover el diálogo, el debate, la comprensión, la crítica y la acción".

Sería injusto negar que “Alta Tensión” ha sobrevivido desde 1993 gracias al apoyo tributado por altos dirigentes del partido y el gobierno. La autoridad de estos propició que funcionarios menores emplazados por el periodismo investigativo de Abel Falcón y Xiomara Rodríguez, acudieran a los estudios de la CMHW a responder a las críticas que el pueblo y los periodistas les manifestaban. Temas tan álgidos en los duros años noventa como “Niños que asedian a turistas”, “Los deambulantes” y “La convivencia en las becas universitarias”, fueron abordados por el equipo que dirige el experimentado realizador Jorge Gómez Gutiérrez.

Mi programa de debate en Radio Sagua, “Con voz propia” (sábados a las 8:OO a.m.) sigue el sistema de trabajo validado por “Alta Tensión”. Acercarme al menos al nivel de audiencia y prestigio alcanzado por los colegas de W es mi principal anhelo.

A diferencia de otros programas, no me es posible evaluar la calidad de “Con voz propia” al terminar la transmisión; sino mucho tiempo después, cuando compruebo que algún mal denunciado por los locutores o los oyentes desaparece. Esas son las cosas que validan a las emisoras pequeñas; de provincias y municipios, como medios comunitarios, devenidos espejos donde la gente ve reflejadas sus propias contradicciones y dificultades.

“Con voz propia” es la continuación de otro programa que salía al aire sólo cada dos semanas. “Es que es imposible hallar temas para todas las semanas”, me explicó en cierta ocasión un periodista cuando le manifesté mi inconformidad con el escaso tiempo que la emisora de Sagua la Grande dedicaba al debate. El nuevo proyecto dispone de ochenta minutos al aire todas las semanas. Al principio pensé que la gente sólo se interesaría sólo por el abasto de agua, la calidad del pan o los servicios gastronómicos, temas de gran sensibilidad popular en cualquier comunidad de Cuba. Con el tiempo los oyentes me sorprenden al ofrecernos excelentes criterios sobre asuntos de supuesta “baja intensidad”: “La cultura que necesita nuestro pueblo”, “El cuidado del medio ambiente” y “El uso correcto del idioma”, entre otros.

Por supuesto, como sucede casi siempre cuando se aspira hacer buena radio, cada semana debo aunar esfuerzo, dedicación y audacia. Considero que las dosis de tales elementos precisan incrementarse luego nuestro radioperiodismo de los últimos años ha sido ganado por el empirismo, la subordinación a las fuentes, la división por sectores, la escasa confrontación de opiniones y otros males. De tal manera el índice de credibilidad del medio ha disminuido y los funcionarios convocados por los programas debate han restado importancia al medio.

“Alta Tensión”, en Santa Clara; “Con voz propia”, en Sagua la Grande y otros honrosos ejemplos a los cuales espero poder referirme con más tiempo alguna vez, siguen siendo apenas unos pocos seguidores de aquellos espacios que legitimaron a la radio cubana como vocero principal de la opinión pública. Prometo regresar a este tema en una próxima entrada.

sábado, 25 de octubre de 2008

El abrazo de una diva


Terminó dejando su casa de Miramar para trasladarse a Santiago después de cuarenta años. Luego de haber protagonizado un clásico del cine cubano, asumió los oficios más humildes en el ICAIC. Cuando supo que Humberto Solás planeaba el rodaje de una nueva película, evitaba llamarlo incluso en navidad, para evitar comprometerlo con su inclusión el casting…¡Cuántas cosas se dicen de esta mujer!

La tengo ante mí septuagenaria y cuesta trabajo creer que sea la misma del más difundido cartel de la cinematografía cubana. Los años y los problemas de la salud han cambiado su imagen. Puede pasar inadvertida como Adelaida. Pero hay algo que la delata como Adela, o mejor, Lucía: el lenguaje. Las palabras se le desatan contundentes. Son más fuertes aún cuando las acompaña con aquella mirada que Humberto descubrió en un intrincado paraje próximo a Baracoa.

Que mi habitación estuviera muy cerca de la suya en el matancero hotel Guaima fue una suerte. Al principio la saludaba discretamente. Hasta que un día me detuve, entré… No hubo equipos de grabación que alteraran la naturalidad de la tertulia. Pero en mí mente permanecen decenas de anécdotas desgranadas con franqueza.

La más criolla de todas las divas que ha conocido el cine, recuerda cómo colaboró con la lucha revolucionaria. Sólo porque era una tarea del Partido, aceptó presentarse ante aquel habanero “fino” y “blanquito” que terminó provocándole con la mayor displicencia. “A qué no eres capaz de reírte y llorar a la vez”. “Reír y llorar al mismo tiempo…qué cosa tan loca…pero, quién dijo que no….”

Primero fue Manuela y luego, Lucía, Lucía para la eternidad. Ni siquiera le bastó que, por su condición de actriz natural, intuitiva; o tal vez por envidia, trataran de sumirla en el ostracismo. Lo de limpiar el piso en el ICAIC no fue cuento, pero Adela-Lucía es una mujer corajuda, sin temores. La carrera completa de muchas actrices no vale lo que su desempeño en esa cinta, seleccionada entre las diez más importantes de la filmografía iberoamericana.

Por suerte la vimos regresar hace pocos años a los sets para entregarnos una emotiva abuela en “Barrio Cuba”. Nuevamente Humberto sabía lo que hacía. Nadie imprimiría mayor realismo a ese personaje que Adela. Hubo nuevas broncas entre el director y su actriz fetiche. Él no cesó de buscarle las cosquillas. “Nunca hemos dejado de fajarnos”, admite la Adela Legrá. La imagino por estos días extrañando tan sanos diferendos, lamentando la ausencia de su único maestro: el gran Humberto Solás.

Pero la vida la destinó a sobrevivir para contar la historia de “Lucía”. Parece pura leyenda el modo en que Adelaida se convirtió en Adela. Era una guajirita, casi analfabeta. Todavía dice que no sabe escribir, aunque puedo asegurar al menos que es una ferviente lectora. El día de la prueba de cámara, decidió ir vestida con el cabello recogido y ropa de trabajo. Pensó que evitaría acentuar sus rasgos femeninos y no se imaginaba que con tal indumentaria se acercaba aún más al prototipo de "Manuela”. Se lo escuché decir a la propia Adela. No es leyenda, y si a alguien se le ocurre pensarlo, qué importa.

Las divas están rodeadas de historias inverosímiles. De tal manera se tornan más interesantes. En todo caso, si por algún acontecimiento me atrevo a colocar las manos en el fuego, fue por el abrazo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Continúa el debate

Por supuesto que un certificado no me convierte en asesor

Muchos asuntos preocupan a esta "Palabra". Quienes esperan verlos reflejados aquí serán complacidos. Pero me parece muy útil reflejar las casi definitivas opiniones de los colegas Reinaldo Cedeño Pineda y Fabio Bosch Jr. sobre mi primera y por el momento única entrada.

Desde Santiago de Cuba, Cedeño escribió:

Amigo mío:Lamentablemente estoy en medio de mucho trabajo y sólo podré darte ciertas impresiones, pero con la sinceridad que trato de practicar siempre. Algunas de estas ideas ya las he dicho, en el Congreso de la UNEAC y en eventos de la radio; pero me place recapitularlas.
Lo primero que quiero es que me disculpen todos aquellos asesores, sobre todo asesoras (conozco a algunas de mucha experiencia) que cumplen con su trabajo. Esto no va dirigido a ellos; pero la asesoría en Cuba, en la radio y la televisión, necesita una SACUDIDA MONUMENTAL.

El sistema de pago que convierte al asesor en juez y parte es un soberano disparate. Se supone que son especialistas con el conocimiento requerido para evaluar y recomendar una obra determinada… pero que se les pague acorde con la cantidad aceptada o recomendada, es sembrar la semilla de la corrupción. ¿CÓMO es posible que esto pueda subsistir en los medios, en una entidad de arte e ideas? Hay mucha asesoría permisible y cómplice, que pasa por el dinero, antes que por la calidad. Y el control sobre esto es igual de endeble. Por eso muchos proyectos nacen cojos, se vuelven inválidos, se arrastran... y ahí siguen.

Lo ideal, lo razonable sería que quien asesorara, por ejemplo, un espacio histórico o musical, fuera un historiador o un musicólogo… pero a falta de ello, creo que no cabe otra cosa que la superación, la lectura constante, la actualización… PERO ese es otro supuesto: nunca se les ve el pelo en ningún concierto en ninguna conferencia ni en ninguna biblioteca, como si no hiciera falta.Mientras el escritor se rompe la cabeza, acude a esta y otra fuente, el asesor puede dar su visto bueno en cinco minutos. Lo he visto. Muchos se han vuelto correctores gramaticales o de estilo.

Muchos asesoran muchos programas, con su correspondiente beneficio pecuniario. ¿En qué tiempo pueden consultar dudas o perfilar estrategias? ¿Quién se los propicia y se los permite? ?quién le pone el cascabel al gato?Fuera de la programación dramática, con todas sus complejidades, hay programas que en mi opinión, pueden prescindir del asesor: con el escritor y el director bastan. En algunos espacios el asesor se vuelve un ente parasitario y pasivo, un formalismo más. Algunos dan la impresión de vivir en una especie de limbo.

Tengo cada vivencias que si te contara saldrías corriendo.Por hoy te dejo, confiado en que honrarás el trabajo del asesor, imponiendo el rigor que se supone lleva este trabajo. Sólo agrego que ando tras esa huella y que el año próximo mi acercamiento al tema será sobre bases testimoniales y estudios.Ojalá caigan aquí otras opiniones.

Reinaldo.

Y desde Cinefuegos, el destacado escritor y director de programas, envió este mensaje:

Mira Adrián, a tu artículo no le falta ni le sobra nada, es exacto, es dolorosamente exacto.El otro día yo decía en una reunión que cuando los asesores llegaron a la radio, los que hacíamos aquella radio ingenua, que no éramos universitarios pero que increíblemente no cometíamos casi ningún error al aire, rechazábamos a aquellos "universitarios que no tenían ñunfa, porque eran enviados a fiscalizarnos a nosotros, los que habíamos nacido por y para la radio". Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos nos hicimos universitarios y todos acabamos por admitir que los asesoras hacían falta.

Casi que hoy no podemos vivir sin ellos, y yo, que los odiaba de muerte, acabé casándome con una asesora. Sin embargo, no hay dudas, la mecánica de desgaste, la abulia, el facilismo los está envolviendo a ellos también y, los fiscalizadores han sido miserablemente domesticados. Por tanto, veo el asunto más allá de los asesores y me pregunto, quién salvará a esta radio nuestra de cada día?.Dejo eso a un acucioso investigador como tú.

Atte.FABIO

domingo, 19 de octubre de 2008

La palabra nace arropada por buenos amigos

Nace afortunado este blog, que recibe dos excelentes mensajes en sus primeras 24 horas. Espero que otros amigos y colegas ofrezcan sus opiniones acerca del primer post o de los que aparecerán próximamente. Ya saben cómo ofrecer su "palabra desnuda".

El destacado periodista Juan Carlos Roque García, quien laborara durante varios años en emisoras cubanas y ahora presta servicios en Radio Nederlán, pero muy vinculado a Cuba y al resto de América, escribió:

Estimado Adrián, grata sorpresa encontrar hoy en tu blog 'Con voz propia' una pequeña nota que nos lleva a tu nuevo sitio 'Palabra desnuda'. No sé si sabías que ya tenía enlazado tu blog primogénito al mío: 'El arte de hacer radio'(http://www.haciendoradio.blogspot.com/). Ahora acabo de publicar el enlace con este otro dedicado a tus "pareceres sobre el mundo de la radio, la televisión y otras áreas de la cultura". En relación a tu primer post, coincido contigo punto por punto.

La labor del asesor es esa que pretendes rescatar. Como bien dices, este debate es tan viejo como los años que llevamos con la “nueva” radio a cuestas, y ya va siendo hora de reconocer que en esta materia no siempre ha primado la lógica. Enhorabuena por tus reflexiones sobre la asesoría en radio y otras opiniones que he encontrado en tu otro blog referidas a la calidad de algunos blogs cubanos que no alcanzan el nivel que desearíamos. Pero bueno, eso es harina de otro costal, que en algún momento llevaremos de nuevo al molino. Un abrazo desde Holanda.


Y desde Vueltabajo escribió la aguda periodista Yolanda Molina Pérez, del periódico Guerreillero:

Adrián, no te imaginas el gusto que me da que hayas iniciado este espacio para la crítica audiovisual reflexionando sobre el papel del asesor y es que coincido contigo en las valoraciones que haces sobre sus funciones,es doloroso reconocer que tienes la razón.Mejores asesores y un riguroso trabajo de ellos y radio y televisión darían un vuelco total en cuestión de horas y días.

El asesor debería de ser el más capacitado de cualquier colectivo o programa y muy contrario a lo que algunos piensan debe ser también un realizador, ¿cómo demostrar ante un director de radio o TV que su puesta no es la más feliz si no somos capaces de mostrarle la alternativa indicada? la posibilidad de veto del asesor debería de ser usada con mayor frecuencia para que escuchas y televidentes tuviesen que hacer menos uso de la de ellos.

El asesor no sólo se restringe al contendio, debe ser alguien con una formación estética, conocedor de los códigos, técnicas, recursos audiovisulaes y códigos de la comunicación, pienso que la calidad de la radio y la televisión cubana podrían ser mucho mayores si se trabajase sobre la base d ela responsabilidad material.

Pongo en tus manos recursos tecnológicos y humanos con un propósito, el productor los administra, para que el director haga su obra, pero si el producto final no responde a los intereses artísticos, comunicativos, lúdicos para los que supuestamente fue concebida la obra, el colectivo paga a la emisora o el canal el costo de la realización y por supuesto ellos no ganan por lo que hicieron, pues no sirvió...

¡Verías con cuanta profesionalidad se trabajaría! Un director lo pensaría antes de asumir otro nuevo proyecto, cada productor velaría hasta por el último peso y no habría asesor que diera curso a un guión sin estar seguro de que sería viable y si aún así el programa en cuestión no resultara ser en la práctica lo que parecía en el papel, el dictamen de este especialista sería mucho más veraz que la ficha técnica con que acompañar un cassette, disco o cinta para que espere ser trasmitido.Me extendí en demasía pero me apasiona el tema, un abrazo y mis felicitaciones para el que al menos para mí es un feliz comienzo de esta blog.

sábado, 18 de octubre de 2008

Escrito por el asesor


Hace cuarenta y cinco días me “convertí” en asesor. Seré más preciso: Hace cuarenta y cinco días la emisora para que la que también trabajo como escritor y director de programas, puso en mis manos un contrato de asesor. Lo de convertirse, ser o no ser, lo pospongo para un momento más avanzado del comentario. La nueva propuesta satisface mi interés de adentrarme en otras especialidades del mundo de la radio. Claro, también es una fuente de ingresos; que no solo de pan vive el hombre.

Cualquiera diría que se trata de un trabajo ingrato. Si la obra sale bien, es mérito del director, del guionista y los actores. Si no sirve, le achacarán culpas al asesor por permitir su culminación. Pero en los últimos años asesorar ha constituido una excelente garantía salarial para quienes están en los medios, “una pincha fácil”. Que si una faltica de ortografía por aquí, que una preposición que faltó y...¡listo! ¿Serán tan buenos nuestros escritores de la radio y la televisión cubanas? No hay peor ciego que el no quiere, o no puede, ver.

Veamos la definición de asesorar que ofrece el Diccionario de la Real Academia: (De asesor). tr. Dar. 2. prnl. Tomar consejo del letrado asesor, o consultar su dictamen. 3. Dicho de una persona: Tomar consejo de otra, o ilustrarse con su parecer. Me quedo con la primera: Dar consejo o dictamen. El asesor dice si sirve o no o un guión, o una obra, o el embrión de una obra. Y lo más importante: da luz a su autor sobre lo que es salvable y lo que no; aporta ideas, esclarece conceptos, ayuda a pesar.

Por supuesto, a veces no le quedará otra alternativa que rechazar aquello que no sea artísticamente salvable y defender luego esa postura. La regla de oro de la buena asesoría es la comunicación; el diálogo inteligente, el intercambio de criterios. Tenga en cuenta que cuando una obra de arte es buena y vital, puede desatar criterios contrapuestos.

Desgraciadamente mucho de lo que se hace en la radio cubana actual, sobre todo en la programación no dramatizada, es más que puro fusilamiento de aquí de allá, notas calcadas de diversas fuentes; como en los tiempos de los primeros noticieros, cuando se recortaban las noticias del periódico. En medio de tales manquedades no ha de sorprenderse el oyente de que cualquiera “se convierta”…en asesor.

¡Pero qué hago yo criticando a los asesores si pertenezco a su nómina! Dirán algunos que debía permanecer silente, porque soy juez y parte . Justamente con ese concepto se asocia una de las principales limitaciones del oficio. Los asesores suelen involucrarse tanto con los colectivos que “para no buscarse problemas y enemistades” terminan haciéndose de la vista gorda. Ahí están las pifias que pueden escucharse en cualquiera de nuestras emisoras. Errores históricos, imprecisiones geográficas, informaciones desactualizadas, términos mal empleados..Un montón de cosas que van más allá de la simple preposición o de la faltica de ortografía.

También es cierto que, en ocasiones, los directivos no conceden al trabajo del asesor la importancia que merece. No lo ven como lo que debe ser: el encargado de velar por la calidad de la programación en general, y destaco esto último, en general. Me consta que los departamentos de capacitación de la radio y la televisión cubanas se convencieron de que no necesitamos simple asesores literarios, o correctores de estilo; sino analistas preparados para evaluar todos los elementos que inciden en la calidad de un producto audiovisual, como la música y los efectos. Pero del dicho al hecho...

El Instituto Superior de Arte forma directores, editores, fotógrafos, pero no asesores. No creo que pueda hacerlo. Mucho menos bastará con un cursillo de habilitación. Tales ideas justifican la ironía del principio; nadie se convierte en asesor de la noche a la mañana. Sólo el tránsito por diversas especialidades y el serio conocimiento del medio en que se desarrolle pueden contribuir a formar a un asesor. Porque un asesor es un experto. Debe dominar el universo temático de cada espacio: un músico o musicólogo para los programas musicales, un historiador para los históricos….Parece una simpleza, pero en Cuba estamos muy lejos de lograr una cosa así.

No pongo en duda que existan buenos asesores en nuestro país, algunos vinculados a la programación dramatizada que, por sus características y régimen de trabajo, les ha impuesto un mayor rigor profesional. El resto de la programación, ha sido menos favorecida.


La pericia de los asesores ha motivado análisis en diversos foros. No han faltado audaces con la propuesta de dejarlos fuera. Defiendo la valía del oficio siempre desde mucho antes que me tocara observar las aguas desde las dos orillas. Sencillamente es preciso reinvidicar esa especialidad... Y no escribo más. O de lo contrario tendré que dedicar demasiado tiempo a enmendar las cuartillas de un tal Adrián Quintero. En este caso, soy mi propio asesor.